Desayuno.

Desayunaba en otra semana donde no me preocupo por salir a trabajar.
Corté un mango pensando en las señoras y señores que venden fruta en mi país. Le ponen chilito, y algunas veces lo decoran con una mini sombrilla al lado de la playa o afuera de las escuelas. Me pregunto cómo han perfeccionado el cortar mango. Cortar mango es una habilidad. Lo sostienes de un lado, se te escurre del otro, tus dedos en constante peligro. Lo cortas a lo ancho y por más fuerza que hagas apretando no despega. ¿Cómo quitan la cascara? Yo terminé usando un  pelador de papas. Lo mal corté para "decorar" mi plato. Puse tres tiras de mango arriba de mi pan con nutella como experimento. ¿sabe rico? meeeh ¿lo recomiendo? no.
Comencé a comer leyendo artículos en mi celular. Leí lo que se iba presentando en mi inicio de Facebook. Un artículo sobre Leonora Carrington. Una entrevista a una señora que fue prostituida desde los 16 años en Argentina. Ahora ha escrito tres libros. Leí un hilo de una historia de una chica y su amiga en la Ciudad de Mexico que son perseguidas por un hombre provida gritándoles asesinas. Y así.
¿Qué opinan de los provida?, ¿solo tendrán mal la información sobre los fetos o ellos escogen no informarse? porque aún hay gente imaginando un aborto como la peor escena. La sangre saliendo de la vagina del mujer, y un bebé saliendo a pedazos. ¿no saben que un aborto a tiempo solo requiere pastillas?
Ayer pensaba lo mismo sobre los racistas. ¿es decisión ser racista, o solo ignorancia random impuesta desde la crianza?. Una vez conocí a un hombre que me dijo que para él los racistas están mal del cerebro. 
Lo triste del racismo es que no escapas de él. No hay un cierto segmento poblacional que puede llegar a ser racista. Tenemos racistas en nuestras casas en cualquier punto del mundo. Un mexicano puede ser racista con su propia gente mexicana. Eso le explique una vez a la mamá de los niños que cuidaba. Ella no me lo podía creer. Tal vez, ella pensaba que solo la gente blanca se atrevía a tanto. Pero no amigos.
Y bueno, mientras comía mango y pan con nutella, veía a mi esposo. Meditaba con cual tono de voz le pediría que barriera su desmadre en la sala. Tono suave, cool, de esposa desenfadada, etérea. O sacar el enfado que siento de ver el desmadre así directito sin escalas sin filtro.
Usé un tono modulado entre efímero y la ansiedad chocando en mis nervios. Usando más la mirada que las palabras.
Mi esposo sonrió.
No se movió durante media hora.
Al ver que me levanté de la mesa. él se levantó a tomar la escoba. Barrió con lentitud/ pesadez.
Seguía sonriendo aceptando su destino de esposo.
Al escribir esto terminé mi bolsa de tostitos salsa verde que compré en Plaza Latina.



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